A las 12h30 de la noche nos pusimos en marcha. Sadiq se quedó dormido en la tienda. A pesar de nuestra invitación, insistía en que no quería subir, que tenía miedo y que tenía cinco hijos. Así que todo el camino que teníamos ante nosotros, quedaba reservado para Yannick, Tom y yo. Todo el camino, todas las dudas y todas las incertidumbres se irían dilucidando durante las próximas horas. ¿Cuántas? No lo sabía nadie todavía: el futuro quedaba más abierto que nunca.
Con los primeros pasos quedó claro que aquel sería un día duro. La nieve estaba en la peor de las condiciones posibles: nieve costra sobre nieve blanda que se rompía a nuestro paso y en la que nos hundíamos hasta media caña. Sólo empezar tienes que superar una primera rampa muy vertical, que en plena noche impresionaba más de la cuenta y que ya hizo estallar las primeras dudas sobre la estabilidad de la nieve y el peligro de aludes. Buena manera de calentar motores.
Una vez superado este tramo, entras en un larguísimo flanqueo por una pendiente media que te conduce hasta el pie de la gran pirámide final. Allí se nos hizo de día: las condiciones de nieve seguían siendo las mismas y nuestro paso era muy lento. Fueron cuatro o cinco horas en la oscuridad con algunas dudas, incluso con el tiempo, cuando alguna nube parecía que quería troncar nuestra aventura.
Pero las primeras luces dejaron claro que el solo tenía ganas de imponerse con rotundidad. Atacábamos entonces las primeras pendientes fuertes. Yo tenía muy claro por donde iba el itinerario, ya que había consultado muchas fotografías de experiencias anteriores, sobre todo de Tamayo y de David. La nieve había cambiado de calidad y en ese punto era blanda, así que seguíamos progresando con mucha lentitud. La pirámide final, que comienza a unos 7500 m, ahora se veía más vertical e imponente que desde lejos. La gran cornisa de la cumbre, la referencia a seguir, ahora la teníamos justo encima de nuestras cabezas, seiscientos metros por encima. Realmente el ambiente, los tres solos, en el instante álgido del frío, y cuando la luz lo descubre todo, era de auténtico alpinismo. El cansancio empezaba a notarse, pero todavía nos quedaba todo un universo por delante, de hecho la parte más difícil y comprometida.
Yannick empezó a sufrir mucho por el frío en los pies, y paramos dos veces para que se recuperara: la segunda vez fuimos a buscar el espolón de roca a la izquierda del corredor central, ya expuesto al sol.
Una vez recuperado y ya en pleno día, atacamos la parte central de la pirámide. Y fue aquí donde encontramos más cantidad de nieve. Pendientes fuertes de 45º con nieve por encima de las rodillas en muchas ocasiones, pero repartida de forma desigual. Recuerdo abrir huella con los manos previamente por abrirme camino. En estos puntos, no sólo era el agotamiento físico lo que me consumía, sino también la angustia de verte atrapado, lento y poco ágil, en pendientes que caían cientos de metros más abajo, con un riesgo sustancial de aludes . Nuestra percepción no era la de estar en gran peligro, sinceramente. No sé muy bien por qué. Y confiaba en el instinto de Yannick, guía de Chamonix. Pero la incertidumbre no dejaba de removernos por dentro.
Todo se explica en pocas palabras, pero lo que pasaron fueron muchas horas. Hacia unos 7800 hicimos una primera parada para fundir agua con el hornillo y descansar, acción que repetimos hacia unos 7900 m. Debería ser hacia la una del mediodía. En estos punto, le dije a Yannick que ya no me veía capaz de abrir más huella. Sin embargo, a partir de entonces, el itinerario se endereza más todavía, y por suerte la nieve ya no era tan abundante, y alternaba incluso con secciones de nieve dura, resultado de la acción del viento. Pero por suerte Yannick empujó con mucha fuerza y decisión.
Reconozco que los últimos cien metros de desnivel fueron exasperantes. Llegas a un espolón de roca que bordeas por la izquierda, por un embudo bastante vertical, y resiguiéndolo, por fin te pones a la altura de la gran cornisa. Es tan mágico ver como lo que has visto siempre desde tan abajo, y que siempre has visto tan lejos y tan arriba, de repente lo tienes a tu altura, que ese fue el primer momento de alegría en muchas horas. Los aires de cumbre se empiezan a hacer evidentes: ves las aristas finales, iluminadas por el sol de tarde, a tocar, y tienes los picos lejanos más bajos que tú. Y una atmósfera diferente, una luz, un tiempo y un espacio que sólo se huele cuando estás cerca de la cumbre. Y que es único.
Por fin superamos la cornisa por la derecha. Yannick hizo un último esfuerzo inmenso, abriendo los último ochenta metros de recorrido hasta la arista. Qué gran momento verle desaparecer detrás de la línea blanca. Desde ese punto, pensaba que aún quedaba mucha arista hasta la cumbre, pero al llegar a ese mismo lugar, pude constatar con una inmensa alegría que Tom y Yannick estaban sentados en la cima sólo veinte metros más arriba.
La arista final es uno de los regalos más impresionantes que he tenido como alpinista. Se trata de un tramo muy vertiginoso y espectacular. Metro de ancho, de una arista que sube entre ladera y ladera, dejando a ambos lados mil metros de abismo, y que culmina de igual manera en la cumbre. Se trata de la cima más espectacular de entre todos los ochomiles que he hecho. Desde arriba veíamos la zona del CB, el K2, el Broad Peak, el GII y toda la China, aunque algunas nubes de tarde empezaban a nublarnos la vista.
Nos abrazamos los tres. No nos lo podíamos creer. Fue un esfuerzo inhumano en todos los sentidos pero ahora este tesoro lo podíamos disfrutar los tres, absolutamente solos. Es como si hubiéramos conquistado un pedazo de cielo. Casi 16h. Casi nos costó 16h completar los últimos mil metros de esta montaña.
Aunque si debo ser sincero, también me sentía muy cansado, y un poco preocupado por la bajada. Empezaba a ser tarde, las 16h de la tarde.
Como Tom no iba tan seguro, decidimos hacer rappels en simple con los 90 m de cuerda que llevábamos. El último desmontaba la instalación cada vez y destrepaba los 90 metros. Yo fui el encargado de ir destrepando el último, ya que Yannick notaba el sobreesfuerzo de los últimos metros. Enseguida me tranquilicé porque veía que el cuerpo me respondía y que todavía tenía gasolina. El esfuerzo de destrepar era grande, pero con calma lo iba ejecutando a bastante buen ritmo.
A media bajada, Yannick decide bajar por su cuenta. Con la metodología utilizada íbamos demasiado lentos y comenzaba a tener prisa. Así que mantuvimos la misma estrategia Tom y yo, rappelar y destrepar sucesivamente.
La noche nos cogió hacia el final de la pirámide. Pasamos algunos momentos de incertidumbre en la oscuridad, donde en algún punto nos desorientamos un poco, pero la experiencia y lo que aún nos quedaba de lucidez permitieron que finalmente llegáramos al pie de la pirámide, agotados, pero sin mayores problemas.
Recuerdo que por fin dejamos la cuerda. Y entonces, más relajado, recuerdo andar por el largo flanqueo. Ahora sí que mi cuerpo y mi mente sabían que lo habíamos conseguido. La negra noche a veces nos regalaba ventanas de luz siniestra, cuando la luna llena se abría paso entre las nubes. Entonces veía el camino de plata que nos quedaba hasta el Campo 3, pero el mismo tiempo me tragaba la sombra negra de la pirámide tras de mí. Su presencia era un regalo de alegría pero también una perturbación extraña en el mi mente. Recordaba con tristeza los que todavía están allí. Pensaba en Albert Ibáñez, Gerfried, Xevi, Alvaro y Abel … Y entre el cansancio inmenso, el sueño que me abrazaba, y la magia de esa noche, cada vez que me sentaba y escuchaba el silencio de la noche, tenía la percepción de que todos ellos me acompañaron en algún momento u otro de la escalada. Y la percepción, también bien clara, de que tras de mi, otro círculo de mi vida se cerraba.
Ara si, la segona part. Et felicito no sols per la ascensió que realment deu ser una pasada, si no per que als que ens agrada la muntanya ens dones la possibilitat de seguir els teus pasos i poder disfrutar dels teus relats i maravellosas fotos.
Et puc dir que el dia de cim, seguin el teu tracker, estaba preocupad, per que veía que se us había fet de nit i no estabeu al camp 3.
Al final tot un exit.
Salutacions
Albert Coca