Desde hace unos días llueve sin hacer mucho ruido, como si alguien hubiera decidido que es de estricta necesidad, pero sin querer molestar demasiado. Los días grises van cayendo uno tras otro y un cierto ambiente de atonía se va apoderando de nuestro Campo Base. Hemos entrado en la peor fase de una expedición: llevamos aquí casi un mes, las fuerzas mentales y físicas ya empiezan a debilitarse, y tenemos la sensación de que no avanzamos, y de que cada día pasa lo mismo, y cuando ya no empiezas a diferenciar los días, entonces el tiempo se escurre vertiginoso y desenfrenado. Son días críticos, de una cierta depresión si te descuidas. Para nada ha ayudado el que ayer un desprendimiento de piedras sepultara parte del Campo 1, tiendas de los coreanos y los taiwaneses que no estaban tan protegidas como el resto. Estamos pendientes de si se retiran o no.
Por suerte, disponemos de algunos recursos, o en todo caso, es urgente encontrarlos, para ir pasando los días y no obsesionarse con todo esto. Por un lado tengo la música. Cuando me añoro de verdad tengo tendencia a escuchar cosas de casa, porque como dijo alguien, “mi lengua es mi patria”. Así que siempre llevo algunas joyas que me hacen sonreír por dentro.
Empezamos. Uno de mis discos preferidos, el “Jardí tancat” de la M. Del Mar Bonet, el mejor disco mediterráneo que nunca he escuchado, con una joya como “Cel d’horabaixa”, que me transporta a mi infancia bañada por el Mediterráneo, y que evoca el amor por la naturaleza. No se puede cantar mejor.
También escucho mi admirado y ecléctico Adrià Puntí, y me parece una lástima que el binomio con el otro genio, Quimi Portet no tenga continuidad. Me parece de lo mejorcito que ha creado la música catalana. Pero claro, también los Antònia Font -el grupo más genial en catalán-, los Sopa de Cabra, unas dosis de Manel, y cuando estoy más tierno, me encanta el “Terra trencada” de Beth. Pero siempre acabo escuchando Lluís Llach y su último concierto en Verges. Nuestro referente ampurdanés es una asíntota musical inevitable.
Evidentemente también escucho música española y anglosajona de todo tipo. Pero repito que cuando uno está añorado tiene tendencia a escuchar la música con la lengua de tu madre.
En cuanto a la lectura, este año he acertado de lleno. Cabe decir por lo pronto, que ambos son propuestas directas de mi hermano, que es el verdadero humanista en nuestra casa. Por un lado he terminado el “Camí de Sirga” que empecé en el Makalu. Y tengo que decir que la escritura de Jesús Moncada es de las mejores que he leído nunca. Y podría decir que es una de las mejores literaturas que han pasado por delante de mis ojos. Si nunca escribo, quisiera hacerlo como él.
Pero ahora estoy leyendo un libro diametralmente opuesto, el “Jo Confeso”, que me parece una novela simplemente enorme. En todo caso ideal para un Campo base: entretenida, erudita, apasionante y una lectura que engancha desde el principio.
Consideraciones aparte, ahora estamos viviendo los días más duros de la expedición, y más viniendo de la reciente decepción por haber estado a unas horas de la cima, y porque las noticias desde hace tiempo no acaban de ser buenas.
Así que debo confesar que desde hace un tiempo ya he empezado mi particular guerra psicológica contra el abatimiento. Es una lucha que debe ser constante y activa, y que no permite fisuras.
Leave A Comment