Una breve nota antes de partir. Este mediodía hemos decidido atacar la cumbre el día 20 y no el 21 como todo parecía apuntar. Esto nos obliga a salir mañana jueves del CBA, ya que la ascensión, tal como la tenemos planteada, nos costará cuatro largos días. Para no tener que insistir más, este es el orden de los días: jueves hasta el Campo 1 (7000 m), el viernes hasta el Campo 2 (7.700 m), el sábado hasta el Campo 3 (8.300 m) y domingo si Dios quiere, hasta la cima.
Os escribo en pleno paroxismo del crepúsculo. Hoy no puedo negar que me cuesta escribir. Salgo fuera un momento y contemplo el espectáculo maravilloso del declive del día. Lo intento hacer con ojos de amor. Es curioso como este lugar, que tanto nos ha fascinado, desde hace unos días se ha convertido en una pesada prisión. Se hace difícil explicar cómo la tensión de la cumbre, como la añoranza, como el abatimiento físico después de estar durante un mes y su correspondiente debilitamiento mental, han provocado este curioso fenómeno de metamorfosis. Salgo pues con un espíritu renovador. El viento ha parado y el silencio se ha apoderado del espacio. El lugar es magnífico y por unos minutos lo vuelvo a ver con ojos de amor. Miro hacia arriba, hacia el Everest. La montaña de mis sueños tiene un puesto lejano y firme. Soy consciente de que habrá que sufrir mucho para subir sin oxígeno. Intento imaginar y visualizar que soy capaz de llegar al salvaje Campo 3 (8.300 m), sano y bien consciente. Que paso esas horas cruciales de atardecer, deslumbrado por los últimos rayos de sol de la tierra, y que ya en plena noche, soy capaz de levantarme otra vez y ponerme a andar hacia la cumbre, rodeado durante horas por la misteriosa y angustiosa oscuridad. Imagino que seré capaz de ver salir el sol por encima del segundo escalón, y que con mis propios ojos podré ver aquel último tramo que tantas veces he visto en fotografías y que tantos otros alpinistas -algunos tan queridos- han podido ver con sus propios ojos. Finalmente imagino también la cima, aquel metro cuadrado tanto mágico y exclusivo.
Imagino todo eso con amor. También con esperanza. También con cierto miedo. El año pasado, antes de intentar la cumbre, titulé este mismo post con el mismo epígrafe “Promises to keep”. Mantener las Promesas, el título del capítulo de la cima del magnífico “Everest West Ridge” de T. Hornbein. Y aquí estoy de nuevo. Manteniendo la promesa de intentarlo de nuevo. Manteniendo la promesa de dar todo lo que sé y lo que he podido saber durante estos años. Manteniendo la promesa de no fallar a tanta gente que me ha ayudado. Manteniendo la promesa de lo que escribí en el Refugio Ventosa y Calvell hace 25 años. Manteniendo la promesa de respetar el Everest ya mí mismo como alpinista. Manteniendo la promesa de volver a casa, con los míos. Y manteniendo la promesa de amarlos más que nunca.
Leave A Comment