Ayer llegamos finalmente al Campo Base chino del Everest. Este es el primer Campo Base, situado a 5.150 m., ya que el segundo se encuentra situado a unos 6.300 m. de altura. La razón de esta doble logística es que desde este primer Campo Base, el Everest queda demasiado lejos, a unos 20 kilómetros y no lo hace práctico como Campo Base definitivo. Con los años, y aunque este es el Campo Base originario de las primeras expediciones, la mayor parte del tiempo de la expedición la pasamos a lo que llamamos el Campo Base Avanzado (CBA), situado como he dicho a dos jornadas de aquí, a unos 20 kilómetros y a una altura muy considerable, unos 6.300 metros.

Tecnicismos logísticos aparte, la llegada a este lugar del mundo siempre me emociona profundamente. He estado cuatro veces y los recuerdos acumulados son demasiado especiales como para dejarme indiferente. Los he vivido de todos colores y es curioso como sólo poner los pies, la memoria te hace una selección tan cuidadosa y singular como instantánea. Aparte de que para los amantes del romanticismo historicista del alpinismo, este lugar es propiedad particular de una gente excepcional que se lo hizo suyo para siempre. Hablo de la generación legendaria de George Leigh Mallory, que durante los años 20 intentaron tres veces escalar el Everest. Al reconocer el lugar donde se hicieron la mítica foto de grupo y que en el 2000 recreamos con el programa de Al Filo de lo Imposible, un silencio interno recorre mi alma acompañado de una sonrisa cómplice. Creo que no hay emoción más grande que la de constatar el paso del tiempo, con estas visitas a aquellos puntos geográficos que por alguna razón se abren como una puerta mágica en el pasado. Y este blog hará constante referencia, porque mi pasado aquí, en este lugar del mundo, liga con las resonancias más internas de mi alma.

También, ayer pensé en toda la gente que me ha ayudado a volver hasta aquí. A algunos les pude llamar. Quería transmitirles mi emoción, ellos empeñados en sus “mundos” también de dificultades. Lo hacía mirando de frente la impresionante cara norte del Everest. Esta es la montaña más injustamente tratada de la tierra. Es la más grande, la más impresionante, y sin duda la más bella de todas. Quien no lo crea que venga un día aquí y seguro que compartirá lo que G.L. Mallory dejó escrito: “Such is the pre-eminence of the greatest”. Tenía razón.