(LA VANGUARDIA 2/05/2010- Ferran Latorre)

Siempre había pensado que Miss Hawley era británica. Ese dato -que acabo de descubrir que es falso- ya es de por sí un perfecto retrato de esta entrañable americana, que en 1960 se trasladó a Nepal y que todavía sigue en ese paraíso donde todas las caras brillan y sonríen, estén sometidas al calor selvático del trópico o al frío contumaz de las más altas cumbres. Será que para los países de influencia británica, el acento y los aires de Oxford, que son los que visten a Miss Hawley, le confieren a uno más glamour y proyección social en una sociedad que se inscribe entre el mundo moderno y las ancestrales tradiciones de un país eminentemente agrícola.
De aspecto frágil pero de mirada incisiva, siempre se presenta a bordo de su flamante escarabajo y del bolso de esa figura tambaleante siempre salen los mismos formularios amarillentos: esos encuentros son un viaje en el tiempo. Miss Hawley se ha convertido ahora, cuando asegura ya no tener tantas fuerzas, en el centro del huracán. Y es que con estos 40 años compilando exhaustivamente todas los datos de las expediciones del Nepal, se ha ganado el derecho a ser considerada como la autoridad moral para certificar las cumbres. Paradojas de la vida, ella no ha pisado ninguna, pero se desliza con su discurso irónico como una auténtica británica y tras tantos años de experiencia, ha acabado conociendo las grandes montañas y sus detalles casi mejor que los propios alpinistas. Y es que Miss Hawley ha tenido que acabar siendo necesaria. El alpinismo es el único deporte en cuya meta no hay jueces ni público. Así que la veracidad de las cumbres ha sido en ocasiones terreno resbaladizo y caldo de cultivo de controversias y bajas pasiones. Han sido raras las veces, pues en general este deporte se edifica sobre valores de esa supuesta bondad aristotélica, pero los montañeros no estamos exentos de los vaivenes de la condición humana. Contenciosos como los de W. Bonatti en el K2 de 1954 o de Maestri en el Cerro Torre son sólo dos ejemplos. Así que lo que para Miss Hawley empezó en los 60 como un simple control estadístico ha pasado a convertirse, en ocasiones, en un trabajo de investigación. A falta de un tribunal supremo y de una organización internacional que arbitre sobre las dudas de algunas cumbres, Miss Hawley se ha convertido en el centro de todas las miradas. Actualmente hay otras referencias que han dejado de lado el papel amarillento de nuestra amiga, como Explorer’s web (www.explorersweb.com) y Eberhard Jurglasky (http://www.8000ers.com).
Pero aún así, el peso moral de las decisiones que Miss Hawley, sin ser determinantes, son una referencia que incluso han invitado a más de un famoso alpinista a repetir alguna cumbre. Curiosa esta dama de hierro, a la que tan sólo rozamos la mejilla para darle dos besos y que ha vivido de cerca y al completo la historia viva del himalayismo. En ella ha caído parte de la responsabilidad nada baladí de dictaminar sobre el Kangchenjunga de Miss Oh. Una responsabilidad que en el fondo también recae en todos nosotros, porque el secreto de las cumbres, siempre permanecerá en el corazón de los escaladores. Para bien o para mal.